ANA MARÍA FUSTER LAVÍN, PUERTO RICO
ANA MARÍA FUSTER LAVÍN
PUERTO RICO
Las hijas del mar
teorías de nosotros, los extraterrestres
(historia en 9 microcuentos distópicos
en tiempos de pandemia)
“…admiro su pureza, es un superviviente
al que no afecta la conciencia, los
remordimientos
ni las fantasías de moralidad".
Alien: El octavo pasajero.
“aunque sé que es complicado, porque
hay muchísima vigilancia,
saltar a la atmósfera sin que te vean es casi
imposible”
Bob Giordano
El mensaje
“Sigo afuera”, texteó antes de abordar
el avión.
Durante seis meses, Eva envió
aleatoriamente mensajes a números telefónicos y correos electrónicos: “Cuidado
te están clonando”. Cada vez le contestaban menos personas; la mayoría,
burlándose. “So loca, ¿tienes otro ataque de paranoia?”, le respondió Matilde,
a ella tampoco la volvió a ver. Desde el inicio de la pandemia, el Ministerio
de Salud minimizó sus efectos, para que la limpieza humana fuese más efectiva.
Eva lo había descubierto gracias a que su novio era hacker, pero él también
desapareció. Ella se permaneció oculta en su hogar, convertido en bunker.
Después de casi un año, los víveres comenzaron a escasear; sin embargo, no se
decidía a salir. Mañana voy, repetía constantemente. Aquella madrugada el cielo
tornó en diversos colores y lluvias de estrellas. Durante horas observó a
través de la ventana aquel espectáculo, hasta recibir un mensaje “sigo afuera”,
impulsándola a salir, ingenuidad poco común en ella. En la entrada del colmado,
la metieron en un saco y trasladaron al hospital. Le realizaron todo tipo de
análisis y transfusiones. Un enfermero le confesó, antes de ingresarla al
quirófano, que los mutantes habían sido exterminados. Al despertar, en un
respirador artificial, una doctora le susurró “estás a salvo”. Finalizada la
cuarta cuarentena, Eva fue dada de alta.
Al abordar el avión, observó a sus 850
pasajeras, todas idénticas a ella, asomadas a la ventanilla, mientras la ciudad
se iba haciendo más pequeñita. “Sigo
afuera”, fue la respuesta.
El hoyo
“¿Cuál es mi delito, señoría? El
fiscal presentó demasiadas acusaciones. Yo solo pretendía regresar al universo.
Entiendo que en las redes se rían de mí diciéndome desgraciado, loco. Declaro que cavé durante veinte años, todas
las madrugadas. Necesito llegar al otro lado y ser rescatado por los de mi especie:
seres de luz. Nosotros somos incapaces de comernos el hambre del otro. Somos
incapaces de robarnos el futuro de los demás, tampoco adoramos seres
invisibles. Ustedes no entienden la verdad de las estrellas fugaces. ¿Ve
señoría?, aquel alguacil, aunque use mascarilla, se está burlando. Lo escucho
en mi mente. Leo en mi cerebro todo lo que ustedes piensan. Mi abogado de
oficio insiste en que estoy incapacitado mentalmente, que alucino. Testifico
que sabía que cavaba en la finca vacacional del gobernador, pero la galaxia es
pública. Por favor, Señoría, faltan solo dos metros para escapar. Señoría, la
secretaria de sala acaba de pensar que, además de loco, soy bruto, que la
Tierra es redonda y ni siquiera llegaré a su centro. Me rio de su ignorancia,
que solo trabaja escribiendo lo que otros dicen. Sí, su Señoría, me disculpo.
¿Qué cómo me declaro? Estoy aquí por error, en esta corte, en este planeta. Esa
es mi declaración.”
Días después, logró huir del sanatorio
donde lo ingresaron. Se robó una bicicleta y pedaleó durante horas. Llegó a su
hoyo. Cavó hasta desfallecer. En la mañana, la prensa reseñó la más potente y
hermosa lluvia de estrellas jamás vista.
La secta
Kolob es nuestro destino. Cuenta la
historia que de allí vienen los primeros pobladores del universo. Llegaron a la
tierra de Tassili n'Ajjer en un teletransportador, al amenizar, este fecundó la
tierra brotando un inmenso manantial, creador de ríos y océanos. Ahora que el
gran caos arropó al planeta, somos los tripulantes de la salvación. Se reirán
de nosotros, dirán que es imposible, dirán que yo les he comido el cerebro.
Solo les he demostrado cómo creer en ustedes mismos. Todos somos orugas con
potencial de mariposa. Les enseñé herramientas para desarrollar el crecimiento
personal, a ser disciplinados en sus trabajos, compartir sus bienes y a
interpretar los mensajes ocultos en nuestra biblia: La Guerra de los Mundos.
Por otra parte, morir no es tan terrible como dicen; es el miedo lo que hace
temible a la muerte. Está escrito. No somos fanáticos. Mi delito es haberlos
alejado del equipaje humano: familia y amigos tóxicos, la política
manipuladora, las drogas, los lujos, la violencia. Nuestra religión es la no
religión. Nosotros creemos en la paz universal, en hacer el bien, ahora toca
salvarnos. Nos condenarán, se reirán, dirán que fuimos suicidas, pero no fuimos
quienes robamos, asesinamos, ni saqueamos los ahorros del pueblo. Somos seres
de paz. Nos negamos a permanecer aquí.
Hoy es el día. Nos tomaremos el galón de colyte con jugo de ciruela,
linaza y se vaciarán todos sus residuos de inmundicias terrenales. Mañana en la
noche será la hora de partir a nuestro origen, pero volveremos.
Reencarnaciones
(teoría 1)
Cuando desperté, ya había cumplido demasiados años.
Eso era lo usual en mi nave intergaláctica, pero no en la Tierra, planeta al
que me enviaron a estudiar culturas universales con mis madres. Ellas murieron
al poco tiempo, pero la soledad nunca fue un problema, me entretuve jugando al
esconder con mis palabras, en la oscuridad de mis ojos vacíos y con el eco de
mis corazonadas. Tampoco me planteé la necesidad de relacionarme con los otros
al despertar. Los terrícolas son demasiado predecibles, dados a las modas, a la
histeria y a las epidemias. Prefiero estar sola, ya lo había estado después de
la última pandemia humana, que no empezó en China como hicieron creer. El
problema es que la mayoría de los habitantes del planeta se quedaron mudos. Sin
embargo, mis voces, cada sílaba, danzan a través de mi sangre, en realidad son
lo que me queda de sangre. Mi cielo oscuro fue por mucho tiempo una caricia de
satín, pero mi sangre interplanetaria se infecta con la presencia humana, tan
incómodamente contagiosa. Mis voces
silencian paulatinamente, voy tornándome pequeñita, en un nuevo espacio más
caliente y húmedo, como una cueva de aguas termales. Escucho un grito en el
exterior que va violentamente expulsándome. Duele al ir saliendo por esa gruta
angosta hasta ser agarradas. Mi llanto opaca las voces anteriores a una nueva
vida primitiva y hambrienta de nuevas palabras. Abro los ojos, también las
manos, a la luz …
Cuando volví a despertar, acababa de
ser parida.
Reencarnaciones
(teoría 2)
Días después de mi segunda
reencarnación terrícola, la mujer que me sostenía en brazos lucía pálida y
envejecida. Mi cuerpo aún era muy pequeño para alcanzar el teletransportador
escondido a falta de una voz sólida. Me alimento de esta mamá, succiono su
sangre, sus palabras. La pandemia continuaba y ella envejecía un lustro por
día, enmudeciendo mientras yo adquiría mi desarrollo humano y voz. A los dos
meses, me despedí de su cadáver e incendié el hogar.
Me instalé en una escuela abandonada,
donde me alimenté con algunos gatos y una pareja de ancianos que residían en el
comedor. Él siempre callado, incluso cuando maté a su mujer. Observaba silente,
mientras yo la bebía y comía. Tampoco se movió del comedor, dormía junto a los
restos de su mujer y los gatos. Sonrió agradecido cuando me paré con un
cuchillo sobre su pecho, cuchicheó Mátame, niñita linda. Cada palabra puede
tener su propia voz, si escuchamos con cuidado su esencia. Yo vivía en la
biblioteca, leyendo sobre los humanos y su extraña y simple mente. Ningún libro
ni en el reveló para qué llegó a la Tierra, necesitaba ya otra mutación.
También me entretenía mirando por la ventana al niño de la casa de enfrente. No
dejaba de pensar en él. Escuché tres golpes mientras lo observaba, también me
miraba por primera vez. Lo saludé con la mano. Corrí entusiasmada, demasiado
humana, a la puerta.
Mi tercera mamá me tomó de la mano,
“ven vamos a buscar a tu papá”.
“El virus fue
productivo”
(teoría 3)
A Luis Rodríguez Martínez
Arrojó contra la radio el plato que
fregaba, ambos se rompieron. Cabrón, ¿cómo que el virus fue productivo? Me cago
en los chinos, en este gobierno y en mi cabrona novela. El escritor estaba roto
antes de la pandemia, intentaba terminar su tercer libro, pero se multiplicaban
las cuentas por pagar, las mentiras gubernamentales, su hija por nacer, su
esposa trabajando en ese estado, mientras él solo fregaba platos a falta de las
palabras necesarias. Recordó la última vez que perdió la paciencia: aquella
lluvia de pequeños coágulos entre los rotos del techo. Se repetía esa
incomprensible hambre eterna a carne viva, su propia fragancia tan distinta.
¿Por qué el aroma de mi apetito es diferente a los demás? Abrió los ojos. La
ansiedad trazaba espirales en su piel. Era una soledad tan infinita como su
hambre de carne, de palabras.
—¿Luisito, terminaste la trastera?
—grita su madre desde el segundo piso.
El escritor se mira al espejo. ¿Qué
carajo? Luce como a sus cabrones catorce o quince años. Busca su celular para
llamar a su esposa, pero antes de marcar se distrae observando, a través de la
ventana, la escuela abandonada. Allí había a una niña moviendo las manos,
saludándolo.
—¿Sacaste la basura?
Le contesta un ¡voy!, casi
imperceptible. Al llegar a la puerta, ese olor... ¿a él mismo? lo embriagaba.
“Papi, te amo. Ya es hora, te toca
renacer con nosotras”. Su esposa y
aquella preadolescente de la ventana lo toman de sus manos, desapareciendo
juntos.
Reencarnaciones
(teoría 4)
Después del estallido, renació la
palabra; al segundo día, los planetas y las estrellas; luego, la vegetación
junto a los cuerpos de agua y la vida animal no humana. Finalmente, el
teletransportador logró descender en un nuevo mundo. Sus tres pasajeras hibernaron
plácidamente, regestándose en el interior de una tibia y húmeda matriz,
mientras viajaban a través de nuevas dimensiones desde la ya desaparecida
Tierra, de la que tampoco eran oriundas. Por lo que al evaporarse y ser
expulsadas, no pudieron más que llorar. A las horas, se alimentaron y
descansaron antes de iniciar la misión. Ellas construirían nuevas matrias de
gestación para repoblar el universo, a partir de sus códigos genéticos
reconstruidos desde las distintas especies durante los ministerios del tiempo
intergalácticos. Estas tres madres gestarían futuros desde la bondad y la
solidaridad, ajenas a violencias y a los amores imaginarios. Las nuevas bebés
comenzaron a nacer con sus capacidades plurilingüísticas desarrolladas, y a los
dos o tres años, alcanzaban la adolescencia desenvolviéndose en distintas
materias: tecnológicas unas, humanistas otras. Ya a los seis años se les
adjudicaban sus misiones antes de reingresar a la matriz y renacer mediante la
reencarnación en distintos planetas. Con este método, habían desaparecido: el
concepto del terror, la memoria histórica anterior al estallido, las
frustraciones y los vicios. Sin embargo, no contaban con que en la nave había
otro pasajero, que por el tiempo transcurrido sin que se percataran de él terminó
autorrencarnándose, hasta poder salir del teletransportador: el polizonte era
un escritor.
LA MAREJADA DE LOS MUERTOS
(TEORÍA 5)
Cuenta una leyenda, que allá para el
siglo XXI, los pescadores de una isla le revelaron a una poeta, que, si brincamos
fuerte más allá de la última ola del amanecer, podremos viajar a nuestro
origen. Aquí sentada junto a mi hija y a mi escritor, observamos las enormes
olas diferentes en ritmo e intensidad. Presagian el reinicio de huracanes,
terremotos, pandemias, gobiernos perversos. Luego del gran estallido, creímos
que todo iba a ser mejor, pero fallamos. Nuestra naturaleza pluriespacial es
idiota, debe ser el gen recesivo que nos queda de los humanos. La espuma salitrosa comienza a besar nuestros
pies. Recuerdo cuando nos renacimos por tercera vez, intentamos repoblar el
universo con la bondad como norte. Fracasamos. Dejamos que, con el tiempo, la
epidemia de miedos y mezquindad infectara a la mayoría. Mi hija y mi escritor
aceptan que sea yo quien tome la decisión. Quedamos nosotros. Irreversiblemente
vamos olvidándonos del pasado, de nuestros errores; silentes, nos entendemos
mirándonos a los ojos. La profecía se ha cumplido. Somos la santísima trinidad,
el último apocalipsis. Mi escritor sigue escribiendo en su diario, mientras
pierde los verbos y adjetivos; sus temblorosas manos expulsan las últimas
historias que se nos quedaron en el camino. Mi hija nos toma de la mano. No
todos los finales pueden ser abiertos y ya es hora. Nosotros, los últimos
habitantes de este libro, nos arrojaremos a la marejada. Si alguien nos lee,
quizá esté a tiempo de teletransportarse y huir, a nosotros se nos hizo tarde.
LAS HIJAS DEL
MAR
(génesis sin
teorías)
Oh, they say that it's over
We're lost children of the sea
Ronnie James Dio
Después
de brincar los últimos tres habitantes del planeta hacia la gran ola de la
marejada de los muertos, temblaron las montañas del planeta desolado. Madre,
hija y escritor reían abrazados. Se avecinaba un nuevo final, el frío arropaba
todo. El mundo giraba vertiginosamente. Encerrados en una matria de mar suscitó
que el sol comenzara a apagarse. Los sobrevivientes de otros planetas se
ahogaban en el inmenso océano. Quienes llegaron tarde a la muerte se amarraban
al borde del tiempo, pero el exceso de equipaje —casi todo robado a los
desaparecidos— hizo que cediera el trocito de tierra donde se arremolinaron.
Inevitablemente cayeron al abismo. El terremoto universal provocó que aquel
hombre, que cavó un hoyo en la tierra para escapar, se liberara del polvo de
estrellas y terminara fundiéndose en el éter. La oscuridad previa a la nueva
gran explosión era inminente. “Mamá, tengo miedo, dile a papi escribidor, que
todavía no es hora del nuevo universo, despierta, despiértalo, lleva demasiado
sin escribir”, los jamaqueó sacándolos del letargo de la matria horas antes de
estallar. “Mira alrededor, esto no volverá a retoñar. Es el final de los
tiempos. Escribe, por favor, escribe. No habrá más libros, ni recuerdos, ni
renacimientos”, suplicó la mamá a su escritor hasta que logró sacarlo del
letargo. El escritor tomó tembloroso su libreta. Finalmente, volvió a amanecer,
y la espuma del mar arropó la orilla liberando cientos de niñas que corrían por
la playa jugando a un futuro por vivir.
BIOGRAFÍA
Ana María Fuster Lavín, San Juan, Puerto Rico 1967. Graduada de la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras. Escritora, editora, correctora, redactora de textos escolares y columnista de prensa cultural. Ha recibido diversos premios en los géneros de ensayo, cuento y poesía, y ha sido jurado en otros. Sus escritos han sido publicados y traducidos al inglés, francés, portugués e italiano e incluida en distintas antologías puertorriqueñas e internacionales. Su canal de YouTube es Mariposas Negras. Ha participado en lecturas y performance de narrativa y poesía en Puerto Rico, México, España, Estados Unidos y República Dominicana.
Publicaciones de su autoría
Libros de cuentos: Verdades caprichosas
(Ed. de autor, 2002), ganó premio del Instituto de Literatura Puertorriqueña;
Réquiem (Ed. Isla Negra, 2005), recibió premio PEN Club Puerto Rico de ese año;
Leyendas de misterio (Alfaguara Infantil de Editorial Santillana, 2006);
Bocetos de una ciudad silente (Ed. Isla Negra, 2007). Poemarios: El libro de
las sombras (Ed. Isla Negra, 2006), ganó el premio del Instituto de Literatura
Puertorriqueña; El cuerpo del delito (Ed. Diosa Blanca, 2009); El Eróscopo:
daños colaterales de la poesía (Ed. Isla Negra, 2010); Tras la sombra de la
Luna (Ed. Casa de los Poetas, 2011); Última estación, Necrópolis (Ed.
Aguadulce, 2018), y Al otro lado, el puente (Ed. Isla Negra, 2018). Novelas:
(In)somnio (Ed. Isla Negra, 2012), y Mariposas negras (Ed. Isla Negra, 2016).
Libros de Microcuentos: Carnaval de sangre (Ed. EDP University, 2015);
[Cuestión de género], Carnaval de sangre 2 (Ed. EDP University, 2019) Premio
Nacional en microcuentos del PEN Internacional de Puerto Rico, y La marejada de
los muertos y otras pandemias (Eds. Sangrefría, 2020).
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