IRIS TOCUYO LLOVERA, VENEZUELA

Iris Tocuyo Llovera 

VENEZUELA



PINOT NOIR

Del libro Poesia y Gastronomia: Azafran, verso y miel

Antologia Latinoamericana y del Caribe

 

Desde el balcón en mi cómoda silla de verano

te percibía incógnita

La tenue cortina en tu ventana se balanceaba

dejando descubrir tus piernas

saturadas de esencias y sales aromáticas

La copa de vino entre tus manos

presagiaba una escena perturbadora

tus movimientos la oscilaban

provocando que algunas gotas

retozaran por tu cuerpo

creando un lienzo

que me transportaba al infinito

Yo… saboreaba un Pinot Noir

se exaltaba su sabor cítrico

tropical con ese aroma seductor de la vainilla

que me envolvía al adivinar tu cuerpo

sumergirse lentamente en la bañera

Tú seudo indiferente al sentirte observada

Lamias con la punta de la lengua en éxtasis

cada gota del borde de la copa

Ambos en un acoplado ritmo

en la distancia

pronunciábamos a gritos

la existencia.

 


Nada respira en el jardín

Del libro Plusvalías

 

Miro los objetos que mueren contigo

deshabitados inertes en el precipicio

Entiendo ahora el concepto exacto de naturaleza muerta

que pregona el cuadro clavado en la pared

justo al lado del sofá que apaciguaba el encuentro

cuando no importó el tiempo ni el compromiso

Conmueve la foto polvorienta

abandonada al descuido

junto al azahar que sembraste cerca de la fuente

 

El piano

sin el sonido ni el calor de tus manos

vehementes después del invierno

Petrificados jarrones de flores secas

Alfombras arrumadas

pendientes del hasta cuándo

La mesa del comedor

entorpecida con candelabros deslustrados

con velas a medio camino

asegurando que la imposibilidad

es la memoria

donde jamás te encontré.



NEGRO

Del libro Mi color preferido


Negro es el carbón que me calienta

cuando tengo frío

Negra es la noche

para poder ver las estrellas

Negra es mi perrita

que se cobija en mi regazo

Negros son tus ojos

de picaresca alegría

Negra es tu piel suave y salobre

Y negro retinto

son los chocolates.




 

EL FOTÓGRAFO

Se bañó muy rápido, sin esperar a que el agua caliente saliera por el grifo. Prácticamente hizo lo que se llama un ritual de gato, para despertarse mientras su pareja lo alertaba de lo tarde que se había levantado para llegar a tan importante acontecimiento, pautado el día anterior por el Diario.

 

 Se vistió con la misma ropa de la semana y casi en la puerta le dio dos sorbos a la taza de café que la mujer tenía en la mano, lo que provocó la histeria de ella por lo brusco de su actitud y por el tiempo perdido preparándole el desayuno. “¡Mira!”, gritó la mujer, cuando ya los cauchos hacían una fricción estruendosa en la calle, y el carro medio destartalado se perdía dejando una nube de monóxido en el ambiente, recordándoles a los vecinos lo de siempre: “Ahí va el fotógrafo”.

 

Con las palabras entrecortadas y la rabia de una continua desazón en su vida, la cual transcurría de un amanecer a otro sin saber si tenía un marido o una especie de fantasma que transitaba la casa desde el laboratorio ubicado al fondo del jardín hasta el garaje en la marquesina, cuando se montaba en su carro y se perdía hasta el otro amanecer que se confundía con las noches en el cuarto oscuro.

 

“Ser la mujer de un fotógrafo —refunfuñaba— es convertirse en un negativo sin revelado.

Soy la imagen de un daguerrotipo que se calcina en una plancha de cobre, sin la posibilidad de sentir por lo menos la ardentía, no joda”.

 

Las lágrimas mojaban el delantal que cubría su pequeño cuerpo arruinado en la espera; el perro sato, de orejas largas y de mirada triste, le lamía los pies y movía su cola un poco desdeñosa.

 

Un mono silvestre de apariencia hostil, oculto en las ramas del almendrón, se rascaba la espalda, se comía los capullos y se reía con ciertos gruñidos lastimeros, como diciendo “hasta de mí se ha olvidado el fotógrafo”.

 

De repente, un helicóptero surca el espacio.

 

Se aproxima en torno al patio de la casa haciendo peligrosos giros, las hélices casi restriegan los árboles. Es un torbellino, prácticamente está a punto de caer.

 

 La mujer corre despavorida tratando de salvarse de lo que piensa que será un fatal accidente. En su vertiginosa carrera solo logra sentir el calor de un enorme flash que la persigue y la va quemando como un ácido de revelado; seguidamente es abrazada por un enorme tanque que la agita de forma frenética.

 

Como loca y sin saber qué hacer, entra al cuarto oscuro y el ácido acético la cubre por completo.

 

Desesperada, se sumerge en la tina llena de agua que siempre permanece en el cuarto, mientras una pequeña luz roja le ofrece su existencia.

Una inmensa ampliadora abre su aterradora boca y trata de engullirla. Ella, con desorbitados ojos y a manotazos, se defiende, pero sucumbe ante el poderío. Un enorme papel fotográfico pegado en la pared proyecta su imagen desnuda. El fotógrafo desciende… y la posee.

 

biografía

Iris Tocuyo Llovera Nació en Quiriquire, estado Monagas, Venezuela. Es licenciada en Letras, egresada de la Universidad Central de Venezuela. Tiene cursos de post grado en Sicología Social y Teoría del Comportamiento, en La Universidad Simón Bolívar. Estudió Teoría de la Comunicación en la Universidad del Zulia y Asesoría y Orientación en la Universidad Nacional Abierta. Tiene diecisiete libros publicados: doce infantiles, cuatro poemarios y un libro de cuentos. Fue postulada al premio Internacional de Poesía Ciudad de Granada Federico García Lorca (2014). Ha escrito en múltiples revistas internacionales. Es artista plástico con exposiciones nacionales e internacionales. Ha sido profesora Universitaria y tallerista para niños y maestros en Venezuela, Argentina, Bolivia, Perú y Estados Unidos. Fue directora del Museo Nueva Cádiz en la ciudad de La Asunción en la Isla de Margarita, Venezuela (2010) y profesora de español como segunda lengua en las islas del Caribe. En la a actualidad, vive en Puerto Rico y sigue con su trabajo de promoción y acción cultural. Todos los libros están a la venta a través de Amazon y en La Bodeguita de Iris.

 



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