JOSÉ ANTONIO BENÍTEZ, PUERTO RICO

 

JOSÉ ANTONIO BENÍTEZ

PUERTO RICO

 


Género: Colección de cuentos
Editorial: Lamaruca, Gesta Cultural Vitrata
Colección: Imago
Año: 2015
Arte: Saimara Alejandro


SOBRE CIRCOS Y BESTIAS

Cuento incluido en Literatría furtiva en jazz

A Pablo Santiago, quien a pesar de la ceguera,

tiene buen ojo para estos espectáculos.

Tres representantes de un circo llegaron un jueves en la tarde.  De forma muy alegre la mujer y los dos hombres caminaban, a veces danzaban, por los caminos de aquel pueblito olvidado, donde nunca había llegado la magia de un circo.

En el pueblo había dos grupos religiosos que coexistían en paz y mucha armonía.  Los protestantes quienes eran liderados espiritualmente por un pastor, y su hijo como ayudante. El otro grupo, los católicos, seguían a un sacerdote viejo que dependía en gran parte de la ayuda de su monaguillo.

Ambos grupos estaban de acuerdo en que la televisión era un instrumento del Maligno; el pastor llegó a decir que el cable de conexión eléctrica era el rabo. También había consenso en que la ciencia era una forma de confundir las almas, que el arte no cristiano era inmoral y las lecturas debían circunscribirse a La Biblia.

En el pueblo todos tenían las puertas cerradas y ninguno las abrió para escuchar los anuncios de los representantes del circo. Algunos abrieron las ventanas.  La mayoría de los que observaban eran niños a quienes les llamaba la atención la vestimenta y lo que hacían los visitantes. El hombre que iba atrás en el singular desfile hacía malabares con cuatro pelotas mientras daba brincos de lado a lado. En ocasiones daba varios pasos hacia atrás, para luego incorporarse al pequeño espectáculo. La mujer, en el medio, balanceaba un aro alrededor de su cintura y uno más pequeño en su brazo izquierdo, a la vez que, con unas zapatillas doradas, en ocasiones se paraba en puntillas.  El hombre que encabezaba el desfile tenía sombrero de copa, una chaqueta negra, de esas que tienen una cola larga partida en dos. Los pantalones eran blancos, las patas estaban metidas dentro de unas botas negras altas hasta las rodillas.  Tenía un bigote fino y largo, pero lo más que llamaba la atención de los pequeños, era el mono que llevaba colgado del hombro izquierdo.

Aquel hombre hablaba a través de un altoparlante y mencionaba todo lo que encontrarían en el circo, dónde estaría localizado y cuándo comenzarían las funciones.

 El lugar seleccionado era un predio cerca del pueblo donde se hacían actividades deportivas y, en ocasiones, ecuménicas. En estas últimas, eran invitadas varias organizaciones religiosas. Había que subir una pequeña cuesta para llegar al lugar.

El pastor envió a su hijo para que investigara cómo era todo aquello y el joven regresó pensativo:

–Papá, vi todo y no hay animales.

–¿Cómo? ¿Un circo sin animales?

–Solo hay una carpa y un escritorio, donde la mujer está sentada.

–¿Qué hay en la carpa?

–No me permitieron pasar para allá… dijeron que esta tarde traerían a una de las atracciones principales.

El hijo del pastor olvidó decir que el monaguillo estuvo por allí, que escuchó todo lo que se explicó y no hizo preguntas.

En la tarde el pastor fue al lugar. La mujer del circo estaba sentada en una silla hablando con una de las mujeres del pueblo que estaba interesada en comprar boletos para alguna de las funciones. En ese momento llegó el hombre del sombrero de copa en un camión.  Lo estacionó detrás de la carpa.  De inmediato el malabarista lo asistió, abrieron la puerta de atrás y aunque nada se podía ver, sacaban algo que según los rugidos era un animal. Un animal que ni el pastor ni la mujer, que compraba boletos, podían identificar.

–¿Qué es eso? –preguntó la mujer.

–Una bestia –contestó la representante del circo.

–¿Qué bestia? –se incorporó a la conversación el pastor.

–Es de origen desconocido y parte del espectáculo. Los demás animales irán llegando para el día del desfile el lunes.

–¿Es peligrosa? –preguntó la clienta.

–No, de ninguna forma.  No hemos tenido problemas en ninguna parte… ya verán, le gustará a los niños.

 El pastor y la clienta se miraron y partieron.  Dos horas después había fila para comprar boletos.  Una madre preguntó el porqué de comprar los boletos por adelantado. Se le explicó que eran más baratos. Además, añadió la representante del circo, es posible que no haya boletos el día de la función... lo mejor era reservar de antemano.

El malabarista, además de hacer el truco con las pelotas, se balanceaba en un monociclo. La mayoría de los adultos estaba acompañados de sus hijos, quienes les apretaban las manos a sus encargados, cada vez que rugía la bestia.

Desde la loma, tanto el monaguillo como el hijo del pastor, cada uno por separado, observaban todo.

Llegó el fin de semana y en los distintos cultos y misas no apareció dinero para diezmo ni ofrenda.  Lo que se decía era que la gente del pueblo había gastado todo el dinero en boletos para las funciones del circo.

El domingo en la noche, el cura trató de comunicarse con el alcalde, para preguntar por permisos y credenciales del circo, pero no le halló.  La mayoría de los niños pasaron la noche en vela esperando el desfile.  Muchos habían dibujado en sus cuadernos elefantes, leones y payasos.

Llegó la madrugada del lunes. El cura y el pastor fueron juntos a la lomita.  Al tope de esta, estaban sentados el monaguillo y el hijo del pastor observando con duda y preocupación todo alrededor. No estaba el escritorio de la mujer, ni el camión y mucho menos la carpa. Solo se podían divisar unas cajas y algo de basura.

El cura y el pastor regresaron para dar la noticia de que todos habían sido timados. El monaguillo y el hijo del pastor se quedaron buscando entre la basura y las cajas. El hijo del pastor encontró algo que creyó importante, pero no compartió el hallazgo con el monaguillo.

El cura y el pastor dieron parte a las autoridades, quienes concluyeron que se trataba de estafadores profesionales. En medio de una conversación del cura con el pastor, llegaron dos mujeres,  una de cada grupo religioso. La católica habló:

–Padre, anoche se escucharon unos rugidos por ahí en ese monte.  Creemos que es la bestia de los del circo, que la olvidaron. Ahora está aterrorizándonos a todos.

La señora protestante, con rostro temeroso, asentía con la cabeza.

El cura y el pastor se miraron, arquearon las cejas y fue el pastor quien dijo:

–Veremos qué podemos hacer.

En toda la semana hubo misas y cultos.  Muchas personas, quienes antes no visitaban con regularidad la iglesia, asistieron con devoción esos días.

Uno de esos días el hijo del pastor se adentró en el monte.  Llegó al lugar que él mismo había acondicionado. Sacó una bolsa donde tenía pilas nuevas y comenzó a sustituir las que por la última semana habían dado energía a la reproductora de sonidos, en la cual se escuchaba aquel casete que encontró entre las cajas de los timadores. De pronto oyó un ruido de algo o alguien que se acercaba; temió que esa noche el secreto se sabría. No tuvo tiempo para esconderse cuando vio al monaguillo llegar con una carretilla. El hijo del pastor le salió al paso y preguntó:

–¿Qué quieres? –preguntó en tono amistoso, algo nervioso.

–Ayúdame aquí –dijo el monaguillo agitado.

–¿Qué traes ahí?

–Una batería de auto, un convertidor de corriente y una bocina. Para el lado de nosotros, la bestia casi no se oye.

 

Género: Colección de cuentos
Editorial: Lamaruca, Gesta Cultural Vitrata
Colección: Neoptera
Año: 2017
Arte: Vincent Báez


Álbum

Introducción a la novela Una hora de tu vida

Siempre que leo un escrito, construyo una imagen de la situación, lugar o persona que se describe. Así era antes y también lo es ahora que soy una persona ciega. Si no se trata de literatura con ilustraciones, todos creamos una imagen a partir de lo leído.

En estos días en los que casi todo el mundo puede tomar fotos, James Bond, el agente 007, con la ayuda del ingenioso «Q», ya no goza de las ventajas tecnológicas del pasado. Aun así, sin necesidad de estos dispositivos tan avanzados, yo también puedo retratar, pero por medio de la escritura.

Las personas que pueden ver, pueden determinar la época cuándo se tomó una foto. Cuánta cabellera perdida, cuántas libras ganadas, arrugas aparecidas, canas, la arquitectura, la moda, la tecnología y otras señales del paso del tiempo. Espero que en mi álbum, mis escritos, también se refleje la época.

Uso la analogía del fotógrafo. Fotografío (narro) las cosas desde la esquina donde estoy ubicado, desde la realidad que me tocó vivir y en la que me formé.

En el cuarto oscuro de mi cerebro revelo las imágenes y entonces es que el filtro de mi formación le asigna los colores.

La lectura me permite ampliar la realidad que vivo.

Las imágenes, en este mundo digital, se miden en millones de píxeles o megapíxeles. Mientras más grande este número más nítida es la foto. La nitidez de los escritos va a depender de la narración.

Por supuesto, la ceguera no me permite ver un álbum de fotos, sin embargo, tengo varios. Por más adelantadas que estén tanto las cámaras de fotos como las de video, no se puede tomar la una ni el otro si el evento ya pasó. No podemos tirar fotos ni videos de forma retroactiva. Hasta que no inventemos la máquina del tiempo como la concibió H.G. Wells o el De Lorean de Doc Brown, en la película Back to the Future, el aparato tecnológico no se podrá posicionar frente al evento para hacer su magia.

Sin embargo, a pesar de que los vehículos mencionados no existen, la memoria y el arte nos permiten hacer el trabajo.

Nos posicionamos con la memoria y, desde allí, contamos, dibujamos, pintamos, declamamos, escribimos, representamos todo. La memoria es el lente y el arte es el botón.

Aun así, la memoria nos puede llevar a un evento que damos como sucedido. Si a este instrumento le añadimos la imaginación, entonces el lugar donde nos posicionamos lo podemos inventar. Podríamos posicionarnos en el futuro, para captar imágenes desde allí, y luego mostrárselas a nuestros contemporáneos. Inclusive, podríamos añadir este relato que tiene en sus manos, que se supone sea ficticio, y hacerlo parte de eventos a recordar. Como ejemplo, no podría olvidar la interpretación de la flauta de Hernán en el negocio de Machito. Los labios de Didi cuando posó para que Sandra la dibujara. La forma de caminar de Ángela cuando se despidió de Goyo, a Tati declamando en la despedida de año, los ojos de Yesenia cuando vio a Michael por primera vez, tampoco la alegría de Brunilda cuando ingenió el proyecto de arte gráfico. 

Son más imágenes que se suman al álbum las cuales se pueden compartir con quien me lea, con el propósito de que el lector llegue a dudar si sucedieron en lo que muchos llaman «vida real».

Esta historia, que goza de las virtudes y limitaciones del mundo que nos rodea, no sucedió según el conocimiento del autor. Aun así, no se puede descartar como suceso a constatar., en otro espacio, en otro tiempo.

A la máquina compuesta por memoria-imaginación-arte le podríamos llamar, para efectos de este relato, cámara narración. El dispositivo está disponible para todas las personas quienes quieran contar historias que produzcan en usted el llamado a su memoria e imaginación, no para limitarse a reproducir la foto o el video, sino para interaccionar y crear patrones para que la lectura resulte en una experiencia única por la aportación que hace su intelecto.

Este relato: ojéelo, obsérvelo, estúdielo, analícelo, interprételo; Los mismos niveles de profundidad, que cuando se aplican a una foto, más nos dice.

En estos días, en los cuales hay cámaras ubicadas en lugares públicos, en establecimientos privados y en manos de mucha gente, a la hora de construir un álbum con nuestra imagen, tendríamos que solicitar de ellos las fotos en las cuales aparecemos. Solo espero que esas imágenes, para las que no posamos y no sabemos quién las tomó, no   alteren el rumbo de nuestras vidas. Hay una creencia de que una foto podría robarle el alma. No estoy seguro de esto, solo sé que una foto podría robarle la calma.

 

BIOGRAFÍA

José Antonio Benítez nació en Río Piedras, Puerto Rico en el 1962. Tiene un bachillerato en Ingeniería de Manufactura con concentración en Robótica Industrial del Recinto Universitario de Mayagüez y la Universidad Politécnica, una maestría en Creación Literaria de la Universidad del Sagrado Corazón y, actualmente, estudia el doctorado en Educación en Currículo y Enseñanza del Español en la Universidad de Puerto Rico recinto de Río Piedras.

Ha tomado los siguientes talleres y cursos relacionados a escritura: Cuento y Poesía con Carlos Vázquez Cruz, Adaptación a obras teatrales con Roberto Ramos Perea, Novela con Rey Emanuel Andújar, María Zamparelli y Emilio del Carril, Memoria Histórica, Guion de cortometraje y Microteatro con Mary Ely Marrero-Pérez.

Perdió la vista en el 2003 y vive en Bayamón, Puerto Rico con su compañera, Vilma Colón. Disfruta a diario de leer, escribir, tomar café, escuchar Jazz y enseñar a otras personas ciegas a usar computadoras.

En junio de 2015, Lamaruca, Gesta Cultural Vitrata bajo la Colección Imago, publicó Literatría furtiva en Jazz, su primera selección de cuentos. En el 2017, publicó la novela Una hora de tu vida.

Visita https://literatria.com/ para conocer más sobre el autor.

Contacto:

Email: jose@literatria.com

WhatsApp: +1 (787) 246-1241

Comentarios

Entradas populares